El fútbol es el deporte más lindo y apasionante del mundo
(apreciación personal). Dependiendo de las dimensiones del campo de juego y de
la superficie, su importancia varía, y la cantidad de personas que disputan el
encuentro puede diferir (diez o veintidós casi siempre, sean hombres o
mujeres).
La transmisión de los partidos de más envergadura, y los por
lo tanto el fútbol mismo, es un negocio. No descubro “América” con esto, pero
remarcó que la esencia del deporte se ha perdido.
El fútbol se encuentra sumergido en una guerra de intereses,
nacionalistas, estatales, populistas y comerciales, por lo tanto a pesar que
veintidós individuos más el árbitro corran tras el movimiento de una pelota
nunca esférica, no serán los únicos protagonistas. Lamentablemente, el culto a
la hinchada, la defensa de la patria, el odio social y las miserias humanas
juegan “su partido”.
En términos futbolísticos, si los ingleses crearon este
deporte, entonces perdieron por goleada.
“Hincha de la hinchada, o el culto autorreferencial”
-¿Cómo salió Sacachispas ayer?-.
-Perdimos, pero la cancha fue una fiesta-.
“Fiesta” término que las hinchadas argentinas han apropiado
para indicar y propagar la constante agresión a sus propios jugadores, el resto
de los hinchas , rivales y cuerpo arbitral, que incluyen cantos xenófobos,
racistas, improperios, insultos, escupitajos, zapatazos, y hasta una especie de
gas pimienta.
Dentro de un estadio y sus adyacencias se permite de todo, y
lo que se dice, que en una calle común sería muy mal visto, creo, se tolera.
Diez metros, con mucha suerte si hay hinchas visitantes, separan a dos personas
que se agreden y gesticulan de una manera tan salvaje que “violentaría” a
cualquiera. ¿ El motivo de tamaño desprecio? .Sólo una camiseta o sentimiento
contrario, pero hablaré de esto en una sección posterior.
Los hinchas del fútbol, y de un club particular, han
transformado su sentimiento. Dejaron de admirar las proezas o destrezas físicas
de los “players”, para acariciar su
ego. No importa cuántas veces haya entrado el balón en el arco contrario, sino
quién alienta más fuerte, más
continuamente a su equipo, y eso supuestamente gana partidos por sí mismo.
Aparece la cultura del
Aguante , que mide la fuerza colectiva de un grupo mafioso de choque, la
barra, para sostener el andar de un colectivo de personas, que se sienten más
augustos realizando su fiesta que
disfrutando de un simple juego. Más aún, se encuentran contenidos en un
entorno que celebra sus actos, aplaude sus ocurrencias y se suma a los “himnos de la hinchada”, la mayoría de
los cuáles hacen referencia a terceros y a sus proezas a la hora de la pelea.
Ya no importa si el equipo da dos pases seguidos, su
estrategia o táctica, sus jugadores, los goles sus trofeos, o si se jugó bien o
mal (esta última apreciación está sujeta a un amplio debate que no voy a
profundizar en estas líneas). Nos convertimos en hincha de nuestra hincha,
somos diferentes porque no corremos, porqué aguantamos, porque no nos quedamos
en silencio, nos hace grandes, más que el resto, únicos, mejores.
Los medios que cubren los espectáculos deportivos ( no son
simples partidos) ayudan a mimar el ego de la hinchada, dándole el espacio
necesario a los “casualmente” violentos,
al alma de fútbol, para que desplieguen el folklore, los insultos necesarios, sus banderas
alusivas, sus “cargadas” hacia la desaventura del rival. Muchas veces,
acordarse del clásico es más importante que alegrarse de los logros propios.
Aclarando que las “cargadas con respeto” son tolerables, las mismas no se
realizan con respeto en la mayoría de los casos.
En este caso, la posición socioeconómica no influye para
nada en el comportamiento. Ejemplos de esta situación, miles. En la última
eliminación por Libertadores de Boca con River, los hinchas xeneises de los más
adinerados, ubicados en plateas, impedían la salida del plantel Millonario del
campo de juego con constantes agresiones verbales y físicas. Del otro lado de
la vereda, son recurrentes los cantos xenófobos de los barras y de muchos hinchas
de River contra los “bosteros”. Los medios deportivos lo primero que enfocan
cuando transmiten un partido es el sector de la barra brava, integrada de
delincuentes, para dar cuenta del marco “hermoso” en donde transcurrirá el
partido.
La culpa es de todos, porqué en afán de no quedarse atrás,
nos sumamos a las inventivas de treinta personas llenas de odio, al igual que
nosotros. Si no condenamos esto actos, somos parte. Y si participamos de los
mimos, merecemos la misma condena.
Al no poder jugar el partido, una de dos, o nos quedamos al
margen, o alentamos desde afuera. El fútbol tiene un grave problema, el negocio
trascendió a lo que sucede del campo de juego, los terceros ya no son de palo.
Por eso exigen que los gratifique, que se los reconozca como los verdaderos
dueños de la pelota, del club, del sentimiento, de los colores, de la verdadera
pasión, en suma, de todo. Supongo que en un futuro no muy lejano se colocaran
en los estadios algún aparato que mida los gritos/ insultos/aliento de la hinchada,
y que otorgue un gol o la victoria misma, dejando a los protagonistas
iniciales, los jugadores (el nombre le otorga al futbolista su rol en el juego,
creo) de lado.
“Nacionalismo, en defensa de la Patria”
El fútbol es una guerra, o por lo menos fue pensado para
evitar las sangrientas batallas que provenían un odio desmesurado hacia el
extranjero, el otro.
El debate por nacionalismo en la historia es vasto, y creo,
ha llevado por un camino errado a la humanidad. No tengo un sentimiento
diferente por la muerte de una persona extranjera que por la de un compatriota,
es la muerte de una persona. Cómo también, tampoco comparto la idea de la gente
que sólo habita un territorio, puede
tener comportamiento homogéneo que los separe de otros habitantes de un
territorio próximo o lejano. La riqueza misma de la humanidad es su diversidad,
de parecer, de cultura, de comportamiento individual, etc. Por eso, cuando oigo
la frase demostremos el sentimiento del pueblo argentino, o que diferente somos
de la gente europea, mas “fría”, distante, me asombro.
Seguramente habrá alemanes e ingleses más alegres, más
abiertos que otros, y en general tal vez difieran en costumbres y
características sociales con nosotros (notar el sentido de pertenencia aquí
utilizado), como toda nación, que no necesariamente posee un territorio. Lo que
si me extraña, es la comparación de características individuales propias, algo
que a mi entender, el concepto de Nación no abarca. Nada puede determinar que
el argentino sea bueno o malo con respecto a un extranjero, y cuya característica
sea mejor que el resto, sólo por de los nuestros.
El nacionalismo, aspecto económico y sociológico que caracterizo el pensamiento de
los siglos XVIII y XIX, empapó el mundo del fútbol de una manera brutal, enfatizando
el odio hacía el otro. Aquí, el fútbol es la excusa para deleitar al público
con su hambre por la competencia entre naciones.
En la Argentina, es recurrente en los partidos de la
selección masculina de fútbol nacional se “recuerde” no al clásico club rival, sino a ciertas naciones, como
Brasil, Inglaterra o Chile, más cerca en el tiempo. Se manifiestan ciertos
resabios de problemas que han sucedido en el pasado, cómo la guerra de las
Malvinas en 1982, contra Inglaterra y con el apoyo de la dictadura chilena. El
enfrentamiento con Brasil es más una envidia o roce futbolístico que otra cosa,
ya que el país más grande de América del sur(a nivel territorial y
socioeconómico) es nuestro principal socio comercial.
No sólo los argentinos tienen este comportamiento en la
cancha, es un mal que se propagó por el continente y algunos países europeos.
Parafraseando a Borges, “el nacionalismo es una idea europea
que los nacionalistas argentinos deberían rechazar por foráneo”. Pero el
nacionalismo ha calado fuerte en nosotros.
De no ser así, no se entendería como en un partido de fútbol
se les pide a los jugadores que dejen todo por los colores, y si son los de la
Patria, la Bandera, mucho más. En el exitismo futbolero, perder es la muerte.
Las selecciones de fútbol no deben representar a los países,
sino a las asociaciones de fútbol de los mismos. Pero en la práctica, no
sucede, por diversos motivos.
Los jugadores que integran los equipos pasan a ser tomados
como héroes nacionales, o villanos, según sea el resultado obtenido. Tienen que
representar una identidad, más patriótica que futbolística. Por cosas como
esta, la selección alemana tiene que demostrar esa entereza y temple que
caracteriza a la raza alemana (???), los brasileños toda su alegría, los
italianos su fuerte temperamento y los uruguayos la garra charrúa.
Así como en el pasado
los militares, dueños de valía y estrategia a la hora de la batalla, fueron
tomados como héroes y símbolos nacionales, el futbolística viene a ocupar ese
rol de héroe, deportivo por cierto, pero no en un peldaño menor.
Siguiendo a Pablo Alabarces[i],
se entiende la lógica de por qué Messi no tomará nunca la posición que alcanzó
Maradona, y que sí en cierto sentido
ocupa Mascherano, a pesar de que los dos jugadores del Barcelona no levantaron
ningún trofeo de mayores con la selección argentina. Maradona representa la
superación de una persona de clase humilde que alcanzó el mote de mejor jugador
del mundo, muy conocido en el “universo” y que representa al “típico
argentino”(por suerte no creo que sea cierto). Messi ,a pesar de ser mucho más
conocido que Maradona a nivel mundial gracias a la potencia de los medios de
comunicación y redes sociales de hoy en día, de haber ganado muchos más títulos
a nivel colectivo e individual que Diego, nunca alcanzará el sinónimo de Dios
en su tierra. Lionel no le tocó pasar las vicisitudes que Maradona vivió en su
infancia, sí otras, tal vez más graves; no tiene el mismo carisma ni es tan
mediático como Maradona, y sobre todo, no salió campeón del Mundo (aún). Pero
si miramos desde una posición de hincha, no se puede decir cuál es mejor.
En ese plano, Mascherano encaja perfectamente en el cariño
del pueblo, por su garra, su sentimiento
por el país y su estilo, siempre batallador y poniendo “todo” en la cancha. Fue
la figura popular de la Argentina, que para muchos fracasó, en el último
Mundial y la Copa América.
En realidad, es muy injusto que se castigue tanto a no
jugador que “defiende” una camiseta por una simple elección, ya que tamaños
profesionales no ganan mucho dinero cuando representan al fútbol de su país. No
representan al país, porque cómo es sabido, muchas selecciones están integradas
por “extranjeros”, o por lo menos nacionalizados.
Ojalá que la trascendencia de una final Mundial no sea
tomado cómo el triunfo de un pueblo sobre todo, idea mencionada por los
dirigentes de los estados acérrimos nacionalistas, que a pesar de manifestar el
progreso de la nación, sólo persiguen su bienestar individual. No me extraña
que por ejemplo, en América del Sur, cada transmisión de las competencias
mundiales este sesgada con un extremo fanatismo local, lo que además de una
pérdida de objetividad, demuestra lo que demandan los hinchas. El ojo híper
crítico que recae sobre el plantel perdedor es tan fuerte, que me sigue
asombrando cómo los futbolistas siguen exponiéndose a semejante escarnio
público. De la misma manera, si lograsen el éxito deportivo, cómo ya lo manifesté, se los tratará cómo próceres.
Comentario Final
-¡Mirá que distintos somos!-
Es el grito que culmina varias canciones de los futboleros argentinos,
que utilizaré de una forma menos peyorativa que la original. Por suerte, todos
tenemos gustos, características y comportamientos diferentes, una diversidad
muy rica que debemos tolerar.
Lamentablemente, al fútbol se lo señala cómo uno catalizador
de lo peor nuestro. Sin embargo, a mí entender es la excusa para no reconocer
los males de la sociedad, que a pesar de superar varias crisis socioeconómicas,
todavía está lejos de convivir en paz, de ser justa y equitativa. El futbol no
puede despegarse de semejante entorno viciado, la culpa que recae en sus
hombros es una carga demasiado pesada e injusta.
El fútbol será mejor cuando nosotros seamos menos violentos,
corruptos e intolerantes.
De no ser así, metafóricamente, el deporte comenzará el
partido con cuatro jugadores menos y nunca podrá ganarle a las miserias
humanas, que cuentan con el árbitro corrupto, con los dirigentes corruptos y
con el público insolente, de su lado.
Nahuel Bargas(@Nahuel_Sef)
[i]
Pablo Alabarces: “Héroes, Machos y Patriotas.El fútbol entre la violencia y los
medios”. Editorial Aguilar-2014. Recomiendo su lectura.
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